jueves, 30 de abril de 2009

TESTIMONIOS DEL PODER DE DIOS

Una víctima de la guerra.
D espués de la batalla de Pittsburg Landing estaba yo en el hospital cuando me dijeron que un hombre en la enfermería deseaba verme. Fui a verle y me pidió que le ayudara a bien morir. Yo le dije: “Si pudiera, le tomaría a usted en mis brazos y le llevaría al reino de Dios, pero no puedo hacerlo. Yo no puedo ayudarlo a usted a bien morir.” El dijo: “¿Quién puede, entonces?” Contesté: “El Señor Jesucristo puede, Él vino para eso.” Movió la cabeza y dijo: “Él no me puede salvar; pues yo he pecado toda mi vida.” Yo dije: “Pero Él ha venido para salvar a los pecadores”. Luego oré dos o tres veces y repetí todas las promesas que pude; pues era evidente que sólo le quedaban pocas horas de vida. Le dije que leería la conversación que tuvo Cristo con un hombre ansioso por la salvación de su alma. Busqué Juan capítulo 3. Sus ojos estaban fijos en mí, y cuando llegué a los versículos 14 y 15 se fijó en las palabras: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Allí me detuvo y dijo: “¿Está eso ahí?” Repliqué: “Sí, señor”. Me pidió que lo leyese otra vez, y así lo hice. Apoyó sus codos en el catre, y juntando las manos, dijo: “Eso es bueno; ¿querrá usted leerlo otra vez? Lo leí por tercera vez, y después seguí leyendo el resto del capítulo. Cuando concluí, sus ojos estaban cerrados y su rostro se iluminaba con una sonrisa. ¡Qué cambio se había operado en él! Vi que sus labios se movían, e inclinándome sobre él, oí un débil murmullo mientras repetía el pasaje. Abrió luego los ojos y dijo: “Eso es bastante, no lea usted más.” Vivió algunas horas más, descansando su alma en esos dos versículos.”
(Contado por D.L. Moody en El camino hacia Dios)

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